viernes, 20 de mayo de 2022

Parashat 32 Behar / Confiando y creyendo como niños

 


(Vayikra / Levítico 25:1-4)

“Habló Dios a Moshé en el Monte Sinaí diciendo: Habla a los hijos de Israel y habrás de decirles: Cuando entréis a la tierra que Yo os doy a vosotros, habrá de descansar la tierra, descanso ante Adonai: Seis años habrás de sembrar tu campo, y seis años habrás de podar tu viña y recogerás el producto de la tierra. y en el año séptimo, descanso y reposo será para la tierra, Shabat ante Adonai: tu campo no habrás de sembrar y tu viña no habrás de podar”.
La porción de la Torá que estudiamos esta semana; Parashat Behar, nos trae el mandamiento de "shemita", que consiste en hacer descansar la tierra de Israel, durante 1 año. Así como las semanas tienen 7 días, también los años se cuentan según la Torá, como semana de años. Por lo tanto, cada 7 años, en el año 7 de esa semana de años, es shabat para la tierra de Israel, y es obligación para todo el pueblo de Israel, que no se hagan labores agrícolas que violen el descanso de la tierra sagrada.
Como vemos, HaShem pone a prueba a todos aquellos que vivían de la tierra, del trabajo agrícola, y les pide que por 1 año, no siembren ni cosechen la tierra, y no se comporten como dueños de ella, lo que significaba que todos podían tener acceso a los campos y sus frutos, y en ese año nadie podía limitar a otro la posibilidad de disfrutar los frutos que salían espontáneamente de la tierra.
Todo esto nos arroja una simple enseñanza, pero no menos relevante. Simple por su poca complejidad, pero relevante porque es indispensable vivirla para entrar en el reino de los cielos. Me refiero a la capacidad que tenemos de confiar en Dios, bendito es Él.
Los niños son él ejemplo de alguien que realmente confía en otro, y esto es producto de la forma simple que tienen para entender la vida. Nuestro Mesías Yeshúa enseño unas palabras que son claves para vivir esta vida en el modelo del reino de los cielos, que están relacionadas con el comportamiento de los niños, lo que está muy ligado a lo que nos trae la porción de la Torá de esta semana. Le preguntaron sus discípulos al raboni Yeshúa ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Quizás lo que querían saber sus discípulos, era quien tiene más honor, quien tiene más preponderancia en el reino de los cielos, ¿quizás uno de ellos, pensaron…? Lo cierto es que la respuesta de Yeshúa es de aquellas que no queremos oír, porque derrumba toda nuestra ansiedad por el poder y el honor. El versículo de Mateo 18:2-3 nos dice así: “Y llamando Yeshúa a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”
Soy papa de 4 niños, el mayor de ellos tiene 13 años, el menor casi cumple los 4, y en todo este hermoso camino de ser Padre, no he visto nunca a mis hijos desconfiar de mí. Jamás cuestionaron si yo soy capaz de traerles el alimento para el próximo día, o si soy capaz de pagar el dividendo hipotecario o darles un techo para vivir. Tampoco cuestionaron si sería capaz de pagar las cuentas básicas de luz, agua, gas, de la casa. Ellos no han pensado nunca en que su Padre les haría o daría algo malo, porque tienen implantada en su alma una simple pero verdadera concepción de la vida, que su Padre los ama, y eso es suficiente para dormir todas las noches totalmente tranquilos, como angelitos, que no tienen de que preocuparse. Tampoco pensaron en que su Papá les haría daño, nunca han desconfiado de mí, e incluso saben que cuando los he aconsejado o reprendido para educarlos, en el fondo lo saben, que lo hago simplemente por que los amo y soy su Padre. Soy el Padre que ellos eligieron antes de venir a nacer a esta realidad, y por eso viven confiados y tranquilos. Todas las noches duermen tranquilos y despiertan confiados y felices.
Aquella confianza que tienen en mí, no les permite ver los problemas que implican traer el sustento a la casa, no pueden percibir el costo que hay para lograr pagar una cuota mensual de la casa que compramos, o lo que cuesta ganar unos pesos para poder tener una vida cómoda. ¡NO! Ellos no pueden ver esas dificultades, no solo porque son niños, sino por que no son adultos desconfiados. Ellos no tienen esas preocupaciones, saben que papá lo tiene controlado ¡aunque muchas veces no sea así!
Entonces, ¿Cuál es la enseñanza que nos trae el Mesías Yeshúa, al poner a un niño delante de todos, y decirnos que si no nos volvemos como ese niño no podremos entrar en el reino de los cielos? La enseñanza es que en realidad la vida es bella, y hay que aprender a disfrutarla desde la confianza simple y sin complejidades como la que tiene un niño. Un niño que no cuestiona a su Padre, y que no busca el honor ni las “posiciones” de esta vida.
En mis casi 38 años de edad, a pesar de pasar por momentos muy complejos en mi adolescencia y niñez, no me a faltado el pan nunca, pero no solo eso, no me a faltado el amor y el consejo divino nunca. ¡No me falto mi madre, ni mis abuelos! ¡Menos me falto mi Dios, que con paciencia y amor me llamaba! Es decir, si en 38 años de vida, no he sido abandonado por ÉL, aun cuando muchas veces no confié en ÉL y fui rebelde a sus palabras, ¿Por qué tendría que temer al día de mañana, sobre todo hoy que confió en él, pensando en que no tendré lo que necesito, tanto como material y espiritualmente hablando? ¿Porque este Padre que no me abandono ayer, me abandonaría hoy?
¿Cuántos años tiene usted? En todo este tiempo hacia atrás, luego de todos sus sufrimientos y pruebas que le a tocado vivir, ¿No ha podido salir adelante, y aun está aquí esperanzado en su Hacedor? ¿Por qué este Dios que no nos falló antes, nos fallaría mañana? Y este es el mensaje creo yo más relevante del año Shemita. HaShem nos dice ¡déjame que yo haga el trabajo! ¡ten confianza en mí!
Tenemos vidas muy sofisticadas y complejas, y pensamos que mientras más “academia” e “intelectualidad”, o más “misticismo” o más religiosidad humana sumemos, podremos encontrar el elixir de la vida, y de la “trascendencia”, para luego recién ahí ser felices. Pero no nos hemos dado cuenta que en realidad lo único que nos separa de eso que es tan ansiado por nosotros, es que somos personas incrédulas, desconfiadas, y muy mal agradecidas. Nos cuesta tanto llevar una vida simple, sencilla, una vida que crea y confié en el Padre Eterno, el mejor Padre que existe, que nos permitió venir a este mundo para para hacernos felices. Una vida cuya base es la emuná (fidelidad en él) y la gratitud por todo lo que nos acontece, sea “bueno” o “no-bueno”.
Le he dado vuelta a una idea estas semanas, y es: ¿Qué pasaría si pierdo toda mis “razones”, “mis ideas” y “mis estructuras”, para dejar que él ponga sus ideas, razones y estructuras? ¿Qué pasa si le doy permiso a ÉL, para que se apropie de todas las áreas de mi vida, incluso de aquellas donde hay un candado bien grande con cadenas, donde ni ÉL, ni nadie puede entrar? ¿Y qué pasaría si soy como un niño que confía en absoluto en su Padre, y le permito hacer lo que ÉL considera que es mejor y bueno para mí, y le permito a Él y a su palabra abrir los candados de mi vida compleja y sofisticada, sin excusarme, y sin buscar una salida rápida para no hacerme cargo de lo que debo hacer realmente conmigo mismo? Entonces, si le creo como un niño cree en su Padre, podría perderlo todo (según mi precaria y limitada forma de ver la vida), para finalmente ganarlo todo (según el modelo que él tiene para mí). Quizás ahí en ese momento de decisión consciente y espiritual podría, como dijo nuestro santo Mesías Yeshúa, ser como niño y vivir una vida llena de confianza y emuná en el reino de los cielos.
Shabat Shalom!.
Abraham ben Yaácov.

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